Wednesday, July 27

- Gracias por venir



Clint Eastwood eligió a un maduro Morgan Freeman para interpretar nada mas ni nada menos que a uno de los grandes lideres políticos que hemos podido conocer en el siglo anterior. Y decide narrar en “Invictus” los primeros seis meses de su único mandato presidencial tras las elecciones democráticas. Por vez primera el elegido tiene un color de piel negro en una Sudáfrica que todavía sangra apartheid.

Nelson Mandela, quien recién asume su rol de jefe de gobierno, le pide a Brenda, su asistente, que reúna a todos los empleados porque les quiere dirigir unas palabras.Había notado en su ingreso al edificio, mientras transitaba por los pasillos, muchas cajas de mudanza que los empleados tenían sobre los escritorios.

Tras negarse a dejar entrar a sus guardaespaldas al recinto, “Madiba” como lo llaman sus allegados, título honorífico otorgado por los ancianos de su clan, toma el micrófono y comienza su discurso con un sentido - “Gracias por venir”.
Mirándolos a los ojos transmite a los allí presentes, en su mayoría de piel blanca, su inquietud por los preparativos de mudanza y les dice:
“Si quieren irse …” - comienza la frase, "ese es su derecho”. “Pero si lo que sucede es que piensan que el color de su piel, o su lenguaje los descalifican, he venido a decirles que no teman”.
-“Lo que queda, queda. El pasado es pasado. Necesitamos su ayuda. Queremos su ayuda. Todo lo que les pido es que hagan su trabajo con lo mejor de sus habilidades y con un gran corazón. Yo prometo hacer lo mismo”.

El tema racial por supuesto atraviesa toda la película y es por demás interesante el abordaje desde la tolerancia y el respeto por la diversidad.

Pero si uno analiza esta escena y el efecto de sus elocuentes palabras desde el enfoque del liderazgo y la persuasión, se ve tentado a resaltar la astucia de la estrategia escogida por el líder.
Ahora bien, cuando además uno se entera que ese personaje interpretado por Freeman, estuvo veintisiete años confinado en una prisión en Robben Island donde fue segregado por su raza a recibir menores raciones de alimento, entre otros maltratos, producto de la discriminación racial, uno respira profundo y traga saliva.

Y si además se detiene un minuto a pensar que quienes pertenecen a la raza blanca podrían ser objeto de su resentimiento, pero que en su lugar elige trabajar para la reconciliación, ahí uno reconoce en el orador un estadio superior al de la inteligencia que es el de la sabiduría.
Aquella que viene de la experiencia, del dolor, de la más absoluta elección de una visión de la vida basada en valores.

Desde la primera frase se muestra humilde, - “Gracias por venir”, les esta mostrando respeto. ¿Podrían no haber venido? - me pregunto. Si. Podrían haberse negado. Esas palabras carentes de autoritarismo y soberbia tienen una fuerza tan demoledora de labios de un líder ya que inmediatamente predisponen a los demás a escucharlo.

En ese momento, cuando las defensas de esas personas han bajado tan solo un centímetro, los invita a participar del proyecto. Les comunica que su presencia es necesaria. Aunque no los conoce, demuestra cercanía a sus preocupaciones, haciendo referencia a lo “no dicho” pero latente en este grupo que trabajaba para el anterior gobierno.

Ese malestar podría haber circulado en un imaginario “radiopasillo” en frases tales como:
- “Ahora sonamos nosotros".
– “Cambio el juego y éste nos va a despedir a todos. ”

Sin embargo, Mandela deja en claro que quien atraviese el marco de la puerta estará ejerciendo su libre albedrío. Y a continuación, sentencia firmemente que los necesita. Luego, realiza la promesa de “dar lo mejor de si mismo”, que en términos de Coaching Ontologico, podríamos llamar el “ofrecimiento” y también incluye el pedido: “hacer el trabajo con lo mejor de sus habilidades”.

La resistencia al cambio es tan humana como la necesidad de reconocimiento y afecto.
Y fíjense que magistralmente este líder incluye en su discurso la esfera del corazón. Les pide que trabajen con el corazón.
Nada mal,¿ verdad?

Inevitablemente cuando vi esta escena pensé en tantas situaciones de empresas en restructuración, “compradas” por otros Holdings.
Pensé en esos empleados “cambiando de manos”, con nuevos jefes, nuevos dueños, estilos diferentes y particularmente imagine numerosos “primeros encuentros” con ejecutivos que ponen un pie en las oficinas de la empresa “conquistada”.

Pensaba en cuánta energía malgastada desde ambos grupos humanos, los que llegan y aquellos que los esperan, en preconceptos, temores y desconfianza que nada tienen que ver con el ejercicio de conocer al otro. Y que atentan justamente contra lo que creen defender.

¡Que bueno seria para tanta gente tener en frente a un líder como el que interpreta tan notablemente Morgan Freeman!

Una persona que abre el juego desde un lugar de autoridad, y no del mero ejercicio del poder. Alguien que pone sobre la mesa lo que la gente piensa y lo hace en una conversación publica. Y que luego los “enrola”.
A mi me hubiera gustado.
Me habrían dado ganas de escuchar, de intentar conocer quien es el que viene y con que intenciones.

Hacer fuerza para que las cosas no cambien es inevitable porque responde a nuestra condición humana. Sin embargo, si desde el lugar de lideres podemos trabajar en pequeños acercamientos que disipen la desconfianza, la hagan mas chiquita, tal vez se pueda atravesar la situación desde otro lugar.

A través de una acción comunicacional certera, honesta.
Luego la efectividad del discurso dependerá de la elección de palabras que acompañen la intención de darse a conocer. Y serán los destinatarios de las mismas quienes posteriormente confirmen la coherencia entre palabra y acción en la medida en que el tiempo avance.
Pero al menos como carta de presentación no esta nada mal.


Susan Arévalo
27.07.11