Tuesday, September 20

-“¿Quién va a hacer mi trabajo, pibe?”

1883 Un vasco pionero y un escocés emprendedor deciden soñar juntos el sueño de producir algo que ayude a la gente a caminar mejor.
Nace la sinergia.

1968 Ya esta de pie la gran empresa textil, pujante y prospera de toda la vida.
Inauguraciones. Una Planta por aquí y otras cuantas por allá.

Estandarte de una Argentina que se sabia grande, con toda una vida por delante.
Se necesitaban manos. Familias trabajando. El orgullo de pertenecer. No cualquiera.
- Logico. Se ingresaba de purrete y dentro de la facbrica uno se calzaba los pantalones largos.

Había que tener ganas de trabajar. ¡No como ahora!

Asi se iba ganando la voluntad del jefe a fuerza de responsabilidad.
Nada de reportarse enfermo o llegar tarde.

Una vida amasada yendo todos los días a la Planta.

Mi primer amor, Clarita, la moza de los ojos grandes.

El casorio, como Dios manda, que iba a hacerla la madre de mis hijos.
Después, levantar un par de piezas en el terrrenito del fondo de la casa de los viejos en Liniers.

La vida predecible: Un domingo íbamos “de mama” y otro “de Martita”, mi suegra.

Todo hecho en casa: tallarines amasados o el asado del viejo. El futbol. Los amigos.

Una alegría cuando con Don Beto hicimos la cocina de material y una pieza más para la casita.
Se podía progresar.
El mayorcito ya venia en camino, tal como querían la vieja y el gallego: nietos siendo jóvenes.
Y todo el tiempo, la fabrica. La empresa. Nuestra empresa.
Me acuerdo aquel verano del ´68 cuando me di el gusto de conocer la costa y de llevar a Clarita.

Su carita de felicidad y el viento que en La Perla nos volaba el azúcar del mate.

La salud de la familia asegurada porque en la Mutual nos daban de todo.
Después, lo más importante: la educación de los crios, que era lo único que uno les iba a dejar.
En la planta teníamos la guardería y el descuento de la proveeduría.
A principios de año, nos daban los útiles escolares, los delantales, de todo.
Con los aguinaldos juntamos para el adelanto del Citroen 3CV y la cuota del préstamo me la descontaban a fin de mes en el recibo.
Eso si, la patrona, en casa con los pibes.
- “Mira, le dije cuando nos casamos, “mientras vos estés conmigo ni que hablar de trabajar afuera”.
La madre es todo para los pibes, ¿Usted vio?
Si con lo mío en la fabrica nos arreglabamos. 

¡Si hasta cine gratis teníamos los domingos!
Nos tomábamos el tranvía o el Bondi y nos juntábamos con los muchachos en Montes de Oca.

La sala estaba arriba de la fábrica de Barracas.
¡Las fiestas de fin de año! Dios mío! Esas si que eran fiestas.
Todo de primera. Doña Lucrecia le empezaba a hacer el vestido a fines de octubre a mi Clarita.

¡Parecía una princesa mi Clarita!

Por ahí un buen día, a los cuarenta y algo, me llego el ascenso a supervisor.
Todo un orgullo… uno a esa altura ya peinaba las primeras canas y tenía mucho para enseñar.

El trabajo, sencillo ¡Pero no se vaya a creer ¡eh!
No es para cualquiera.
Hay que saber. Ordenar, clasificar.
Y enseñarles a los empleados a mantener el orden. Facturas azules, remitos rojos. Con el conforme correspondiente. Siempre. Y una fotocopia. Había que ser ordenado.
Todos venían a mí a preguntarme.  Y es la confianza de años ¿vio?

- Angelito ¿Usted se acuerda dónde esta la factura del tipo ese de Cañuelas?.

No se vaya a confundir, Licenciada.
Uno no fue a la universidad, pero el trabajo siempre tuvo lo suyo.
Mucha responsabilidad. No era fácil".

¡Lo que pasa es que ahora, con todo respeto eh, no es como antes!.

Postales del túnel del tiempo con tranvía y trabajo de por vida.
Años luz de la vida laboral moderna.
Si uno anda con ganas de escuchar, como quien escribe, se cansa de recopilar historias parecidas en empresas que exhiben más de cien años en su partida de nacimiento.
Tiempos en los que la vida se colaba por las endijas del trabajo en “la empresa” y era difícil reconocer donde empezaba una y terminaba la otra.Sin siquiera imaginarse la posibilidad de cambiar de empleo. ¿Para qué cambiar?
Personas que han recibido trofeos, medallas de reconocimiento, que daban cuenta de los veinte, los treinta y hasta los cuarenta años de servicio. De servicio.

Al momento de cumplir la edad jubilatoria, a Cáceres, la persona en cuestión, se le permite continuar trabajando.

Conocido por sus anécdotas de cómo con los muchachos le pusieron el pecho a la empresa cuando fue lo del incendio y de aquel tiempo más gris cuando llegaron a estar tres meses sin cobrar el sueldo. De camiseta puesta nomás. Si la empresa y la vida eran lo mismo.

Con sus flamantes setenta y dos, se sienta frente a mi colega, Gerente de Desarrollo y Selección, quien conduce la “entrevista de egreso”, que suena grandilocuente en el contexto donde ocurría. Pero ese era el espíritu.
Agradecerle. Llevarle tranquilidad, que ya los aspectos formales estaban en orden.
– “Don Angel, ¡vamos!. ¡Cambie la cara, amigo! Que ya ha estado bien. Venga su merecido descanso.
Vaya a disfrutar de los nietos con la patrona.

Tiene su platita a fin de mes; uhm, se puede ir unos días ahora en octubre a renovar los bronquios a las sierras.”
¡O quien le dice cumplir el sueño de conocer Cataratas!

Apesadumbrado, con sus gruesas manos cruzadas sobre la mesa le dice.

- “Lo que pasa.. es… ¿Sabes lo que me preocupa pibe? … Cuando yo me vaya, ¿Quién va a hacer mi trabajo?

Don Angel organizaba, encarpetaba y clasificaba las facturas de todo un sector. Y tareas como estas había hecho toda su vida. Bueno, durante el último tiempo mantuvo su escalafón de supervisor y se quedo en el departamento de Administración de Ventas Interior.
Obviamente con el tiempo le fue introduciendo mejoras al proceso.
Y rondando el año 2000 estaba genuinamente preocupado por quien podría ser capaz de reemplazarlo. Quien podría sustituirlo.


Creencias. El gran desafío para la capacitación, especialmente la actitudinal.
En este caso la de sentirse y saberse imprescindible.

Cuando toda la modernidad le decía a gritos que la introducción de la tecnología cambiaria diametralmente su trabajo porque ya no seria ni siquiera necesario continuar realizándolo de modo manual, Don Angel no escuchaba.

Dice Robert Dilts
[1] “Otro de los niveles importantes que debemos considerar en el proceso de aprendizaje es el de creencias y valores. Este nivel comprende los aspectos relacionados con el porque aprender. ¿Por qué habría alguien de molestarse en aprender algo? Los valores y las creencias tienen que ver con la motivación para aprender y la autorización para aprender”.
Y esto lo contrastamos con la realidad a través de nuestros “talleres de cultura y cambio” donde buscamos generar habilidades en las personas que acompañen el cambio cultural.

Se trata de desnaturalizar procesos y formas de pensar el trabajo que hoy resultan obsoletos.
Y desafiar -con sumo cuidado- las creencias sobre las cuales se sostienen ciertas resistencias.

Empleados valiosos, comprometidos y responsables, cuya efectividad, sin embargo, se ve reducida a la luz de los nuevos estándares que necesitan alcanzar las empresas para profesionalizarse.
Un caso típico, como en la crónica es el de la incorporación y el posterior uso de tecnología con el consabido entrenamiento para operarla desde las habilidades.
Y confiar en las ventajas de la misma y entregarse al proceso de aprendizaje desde las actitudes.

Pero pueden ser otras: pensar la empresa como un todo formado por áreas complementarias, orientarse al cliente, liderar equipos de trabajo. Dejar de despachar productos para asesorar a clientes con necesidades. Y tantos otros casos.

Encontrar motivación para aprender, ya que si ellos – los destinatarios- no se identifican con lo que están aprendiendo, la tarea puede ser muy ardua.
Por eso, es importante para nosotros, crear el contexto propicio para incentivar el cambio desde el desafío a las creencias cristalizadas.

Pero ante todo, comprender los paradigmas sobre los cuales se erigieron algunas de esas creencias que hoy no resultan funcionales, aunque alguna vez lo fueron en otro contexto.

Conviene explorar este plano para evitar utilizar una estrategia de aprendizaje ineficaz, sin sentirnos -como Don Angel- imprescindibles, sino como un vehiculo capaz de motivar, desde la capacitación, la búsqueda de nuevas creencias con las cuales reemplazar las anteriores a la luz del nuevo entorno de negocios y sus demandas.


Susan Arévalo
20.09.11

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